Himno de Honduras

El himno de Honduras o himno nacional de Honduras fue compuesto por el músico Carlos Hartling y la letra del mismo fue escrita por el poeta Augusto Constantino Coello Estévez. Este himno fue decretado como oficial de la República de Honduras, por medio del decreto ejecutivo número 42 del 13 de noviembre de 1915.

En los actos oficiales, solamente se entona el Coro, la VII estrofa y nuevamente el Coro. También se le conoce con el nombre alternativo de Tu bandera es un lampo de cielo.

CORO

Tu bandera tu es un lampo de cielo
por un bloque por un bloque de nieve cruzado
y se ven en su fondo sagrado
cinco estrellas de pálido azul
y en tu emblema, que un mar rumoroso
con sus ondas bravías escuda,
de un volcán tras la cima desnuda
hay un astro de nítida luz.

I

India virgen y hermosa dormías
de tus mares al canto sonoro,
cuando echada en tus cuencas de oro
el audaz navegante te hallo
y al mirar tu belleza extasiado
al influjo ideal de tu encanto
la orla azul de tu espléndido manto
con su beso de amor consagró.

II

De un país donde el sol se levanta
más allá del atlante azulado
aquel hombre te había soñado
y en tu busca a la mar se lanzó
Cuando erguiste la pálida frente
en la viva ansiedad de tu anhelo
bajo el dombo gentil de tu cielo
ya flotaba un extraño pendón.

III

Era inútil que el indio tu amado
se aprestara a la lucha con ira
porque envuelto en su sangre Lempira
en la noche profunda se hundió
y de la épica hazaña, en memoria
la leyenda tan sólo ha guardado
de un sepulcro el lugar ignorado
y el severo perfil de un peñón.

IV

Por tres siglos tus hijos oyeron
el mandato imperioso del amo
por tres siglos tu inútil reclamo
en la atmósfera azul se perdió
pero un día de gloria tu oído
percibió, poderoso y distante
que allá lejos, por sobre el atlante
indignado rugía un león

V

Era Francia, la libre, la heroica,
que en su sueño de siglos dormida
despertaba iracunda a la vida
al reclamo viril de Dantón;
era Francia que enviaba a la muerte
la cabeza del rey consagrado
y que alzaba, soberbia a su lado
el altar de la Diosa razón.

VI

Tú también ¡Oh mi patria! te alzaste
de tu sueño servil y profundo;
tú también enseñaste al mundo
destrozando el infame eslabón.
Y en tu suelo bendito, tras la alta
cabellera de monte salvaje
como un ave de negro plumaje
la colonia fugaz se perdió.

VII

Por guardar ese emblema divino
marcharemos ¡Oh patria! a la muerte;
generosa será nuestra suerte
si morimos pensando en tu amor.
Defendiendo tu santa bandera,
y en tus pliegues gloriosos cubiertos,
serán muchos, Honduras, tus muertos,
pero todos caerán con honor.

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